En un partido que es movidito en su inicio no ha de sorprender que antes de el primer cuarto de hora llegue un gol. Quizás si, si hablamos de este Independiente que desde hace meses presenta más dudas que certezas. Cuando digo más, me refiero a muchas más, claro está.
Lejos de llegar al gol por una mejoría en su juego, el inicio de la jugada que derivó en la apertura del marcador no vino por méritos propios sino más bien por todo lo contrario. Una salida en falso de la defensa de Tigre fue el mejor regalo para un Adrián Fernández, que, más rápido que
inmediatamente, improvisó un remate espectacular (aunque algo desprolijo) desde lejos que cayó por detrás de un
Javier García que calculó, como mínimo, mal.
Los de Brindisi a partir de ese gol, bajaron los humos y controlaron a gusto el partido. Los de Gorosito, con más ganas que ideas, cayeron en un nerviosismo digno del fútbol vulgar que tenemos hoy en día. Si a ese combo letal le sumamos que antes del cierre del primer tiempo, otra vez el paraguayo Fernández
anotaba para la visita poniendo el 2 a 0, les díría que cartón lleno. En tiempo cumplido, gol psicológico, si los hay cabe recordar para algun desprevenido.
El segundo tiempo estuvo claramente de más. Si bien Tigre pudo descontar en alguna que otra situación aislada, los de Avellaneda no pasaron sobresaltos. ¿Por qué? Porque la tranquilidad que les brindaba el resultado (lejos estoy de pensar que "el 2-0 es el peor resultado", damelo siempre a mi favor) y la constante inoperancia del rival, les simplificaba y mucho las cosas.
De esa manera fueron pasando los minutos y fue así como el Diablo volvió
a ganar (segunda victoria al hilo) y llega de esa manera, confiado de cara al choque crucial ante, nada más ni nada menos, que el puntero del campeonato. Si, Lanús. Ese mismo. Visto y considerando que ahora esta de moda que ganen quizás hasta se den el lujo de sumar su tercerca victoria al hilo. Quién te ha visto quien te ve Rojo...
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