viernes, 9 de agosto de 2013

De Mendigo a Millonario

El River de Ramón, a los tumbos y jugando decididamente mal, logró reponerse del cachetazo sufrido en la 1era fecha y venció 1 a 0 a un Central que terminó pagando muy caro su poca ambición a la hora de ir en búsqueda de los 3 puntos. A falta de Teo, apareció un tal Andrada quien a falta de pocos minutos para el final metió un cabezazo que hizo delilar al Monumental.
El gol llegó cuando todo parecía indicar que el empate era cosa juzgada. River carecía de ideas y Central nunca quiso tomar ese protagonismo que se había ganado sin exigirse demasiado en la primera mitad. Esa leve superioridad mostrada por los canallas, en su visita al Monumental, lejos estuvo de ser a base de un fútbol vistoso y más bien consistió en meter eso que justamente da la gallina y se vende envuelto en diario y generalmente por docena, presionando bien arriba, abusando de la tenencia de pelota y sobre todo, dejando correr los minutos constantemente.

La segunda mitad amagó con ser más de lo mismo pero terminó siendo un partido tan emotivo en su epílogo que hasta se podría llegar a definir como entretenida ese último cuarto de hora. River con más actitud y Central más replegado en el fondo pero con mayor profundidad a la hora de contratacar nos dejaron el siguiente saldo: Buenas intervenciones de Barovero cuando se lo exigió, destacable labor (por actitud) de Eder Balanta (aunque por momentos desmedida y merecedora de tarjeta) y no mucho más por destacar. Se salva Simeone de las críticas porque no tuvo ni una de esas chances que solía tener Funes Morí y errar semanalmente en cantidades industriales.

Cuando Ledesma saltó a la cancha, a mediados de la segunda parte, el equipo mejoró y mucho (incluso mejoró Ponzio, de flojos rendimiento) a la hora de ir en búsqueda del triunfo y eso se reflejó incluso en el marcador. Si, hasta los 34 minutos del complemento tuvo que esperar el local para desahogarse cuando fue Andrada quien apareció solito y solo tras un preciso centro de Jonathan Fabbro, quien después sería expulsado por una patada voladora al rostro de un rival digna de un Krupoviesa o porque no de un Liu Kang, y conectó de cabeza para dejar sin chances a un Caranta que sufrió en carne propia el folclore del fútbol (silbidos por doquier y un cántico no apto para menores de 18 años).

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